Un estudio de los Hospitales Universitarios de Ginebra acaba de evaluar con una precisión sin precedentes los peligros inherentes a la práctica sistemática de los análisis de sangre del PSA. Es más necesario que nunca contar con información clara y completa dirigida a todos los hombres interesados.
El cáncer de próstata es un cáncer común. En 2012, se diagnosticaron más de un millón de casos en todo el mundo. Al mismo tiempo, este cáncer ha sido la causa de algo más de 300.000 muertes prematuras. Los especialistas estiman que representa el 8% de todos los cánceres y el 15% de todos los cánceres humanos.
También es (como el cáncer de mama o de cuello uterino) un cáncer que puede detectarse periódicamente mediante un análisis de sangre para detectar el «antígeno prostático específico» (PSA), una técnica que ha estado disponible desde mediados del decenio de 1990 y que desde entonces ha sido objeto de mucha controversia.
Este tema ya se planteó hace tres años. Más recientemente, Christophe Iselin, médico jefe del departamento de urología de los Hospitales Universitarios de Ginebra (HUG), había aclarado los términos del debate tras un cambio en las recomendaciones oficiales estadounidenses relativas al mejor uso de los niveles de PSA en la sangre.
Veinte años de pruebas de detección
En los Estados Unidos, la introducción de esta prueba de detección ha tenido consecuencias perjudiciales: más de un millón de hombres han sido tratados por cáncer de próstata, la mayoría de los cuales, lamentablemente, puede atribuirse a un «exceso de diagnóstico». Con este telón de fondo, muchas organizaciones, como el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EE.UU. (USPSTF) y la Junta Médica Suiza, han llegado a desalentar las pruebas de PSA en pacientes asintomáticos.
En 2014, la Sociedad Suiza de Medicina Interna General (SGIM) enumeró la prueba de PSA como uno de los cinco procedimientos a evitar. Y la Sociedad Suiza de Urología (SSU) ha elaborado recomendaciones matizadas que tienen en cuenta la situación específica de cada paciente.
¿Dónde estamos hoy? En un estudio de los Hospitales Universitarios de Ginebra se han analizado los datos de veinte años de exámenes de esta lesión cancerosa y se destacan los beneficios y los riesgos en un estudio que acaba de publicarse en la revista Preventive Medicine1.
Dirigidos por el Dr. Idris Guessous, médico asociado del Service de médecine de première recours des HUG, los autores muestran que el uso del cribado ha aumentado considerablemente en los últimos veinte años, y que la práctica del cribado está correlacionada con el origen socioeconómico, la educación y el tipo de empleo de los hombres examinados.
Los autores también señalan que los beneficios inherentes a este examen no se confirman en todos los casos, lo que justifica una información clara y completa de los hombres afectados acerca de lo que está en juego en esa práctica.
Paradoja socioeconómica
Es importante que estos autores muestren que el nivel social juega un papel paradójico en el caso del cáncer de próstata hoy en día. «Más que un factor de protección, el alto nivel socioeconómico se convierte en un factor de riesgo en este caso», explican. Añaden que Suiza no tiene un programa de detección sistemática.
Sin embargo, en Ginebra, más del 60% de los médicos y especialistas en urología lo recomiendan sistemáticamente a sus pacientes de 50 años o más (a pesar de que, por lo general, las compañías de seguros de salud no lo reembolsan).
El estudio dirigido por el Dr. Idris Guessous es el primero que analiza veinte años de investigación a nivel nacional. Se basa en los datos de la Encuesta de Salud Suiza publicada por la Oficina Federal de Estadística de Suiza.
En total, se tienen en cuenta los datos de 12.034 hombres con una edad media de 63,9 años, la mayoría de los cuales son de nacionalidad suiza (87,6%), casados (79,4%) y con un nivel de educación secundaria (55,1%). Este estudio abarca el período 1992-2012 y muestra un fuerte aumento en la práctica de este examen.
Así pues, parece que en 1992 el 55,2% de los hombres de la cohorte se habían sometido a una prueba de detección de PSA por lo menos una vez, mientras que esta proporción aumentó al 70% en 2012. «Este aumento puede ser una sorpresa dado el debate sobre el valor de esta proyección, resumen los autores.
Puede relacionarse con la tasa de visitas a un médico generalista en los últimos 12 meses, lo que sugiere que los médicos generales son los principales prescriptores de las pruebas de detección, a pesar de la falta de pruebas sobre su eficacia.
Paradójicamente, los ricos bien educados son los que corren más riesgo: el estudio pone de relieve las grandes disparidades socioeconómicas, ya que se examina con mucha más frecuencia a los que tienen ingresos elevados y altos niveles de educación.
Información clara
La tendencia en Suiza es comparable a la de países desarrollados como Australia y los Estados Unidos. «En esta compleja situación, es esencial contar con información clara sobre las cuestiones que entraña la detección, sus riesgos y beneficios», concluyen los autores de este trabajo.
En efecto, en los casos en que los beneficios del examen no están claramente establecidos, es el paciente el que debe poder tomar una decisión consciente sobre si debe someterse al examen. En las recomendaciones de la Sociedad Urológica Suiza también se enumeran diez puntos de debate2 que se deben discutir con los pacientes sobre el PSA y el cáncer de próstata».